
No sé cómo te sientas al respecto Rafael, pero parece que tú fuiste un andén en tu última encarnación.
Estabas hecho de hormigón, eras bastante ancho, como de metro y medio, de altura tenías alrededor de doce centímetros y de largo casi diez.
Poca gente pasaba sobre ti, ya que eras parte de una casa antigua que tenía problemas de filtración de agua, eras el andén más resbaladizo y peligroso de los otros tres que rodeaban la casa. Quedabas en la parte de atrás, en un callejón por donde sólo los más aventurados se atrevían a cruzar, pero sabías que nada grave ni peligroso sucedía por ahí, como otros andenes en donde sucedían cosas horribles según escuchabas las historias de aquellos arriesgados que conversaban mientras fumaban algo y pasaban caminando lentamente.
Ocho personas golpearon su cabeza contra tu superficie, siete de ellas lloraron antes de levantarse del suelo, algunas sangraron pero no pudiste ver cuántas porque la mayoría salía corriendo con las manos en su cabeza, pero sabes que fueron ocho, una mujer y siete hombres.
Era el lugar preferido de los gatos del barrio, algunos tenían dueño otros no, allí se reunían a hablar sobre cosas extrañas que tú no sabías qué eran, cosas como puertas invisibles que eran utilizadas por entes invisibles también. A veces discutían por otras cosas, por ejemplo una vez escuchaste sobre un perro al cual temían mucho, porque decían que junto a su amo hacían conjuros y rituales con gatos que involucraban sacrificios y cosas raras. Tú nunca viste a ese perro pero supiste que lo llamaban Lucrecio, era un tema recurrente en noches de luna llena. También discutían entre ellos por gatitas, y las gatitas por gatitos y los dos por pequeños gatos. Muchos gatos bebían de las aguas que quedaban estancadas sobre ti, calmaban su sed después de tanta disputa y gritadera pasando la lengua sobre ti, te hacía cosquillas pero no te molestabas. Te gustaba escuchar todas las historias de todos los seres a los que podías escuchar.
Viviste toda tu vida rodeado de pequeñas casas similares a la tuya, hasta que la construcción de un centro comercial, el cual nunca conociste, derribó todo cien metros a la redonda, incluyendo la casa y sus andenes. No pudiste ver en qué resultaba ese dichoso comercial porque los escombros los utilizaron para afianzar el suelo debajo de esas modernas estructuras, así que en la oscuridad, húmedo, presionado y acosado, te dormiste y no te diste cuenta en qué momento dejaste de existir.
Tu lección: Invertir bastante tiempo en el conocimiento de los gatos y sus sentidos de percepción extrasensorial.